lapatriaenlinea.com En la provincia Nor Carangas 420 × 304 - 27 k - jpg | provinciasenbolivia.bl... San Miguel "A" (0) - (3Real Asunción; Nor Carangas (8) - (2) A. Mitma; 420 × 236 - 20 k - jpg | provinciasenbolivia.bl... NOR CARANGAS | Provincias de Bolivia 420 × 418 - 30 k - jpg | TRADICIONES Y COSTUMBRE DE CURAHUARA DE CARANGAS
Cuando el padre Gabriel Antequera leyó el evangelio
ante un grupo de fieles en el poblado de Sajama, cerró 20 años en que no
se escuchaba misa entre las paredes de cal de la capilla colonial. Como
aquí, en otras comunidades a los pies del nevado más alto de Bolivia
hay pequeños templos semiderruidos a los que, hasta 2007, ningún cura
iba a practicar la eucaristía. El párroco que debía hacerlo tenía que
llegar desde Caracollo, en la provincia Cercado, a 190 kilómetros.
Demasiado lejos para ir a cumplir con las necesidades religiosas de los
lugareños.
Gabriel, orureño de 33 años, es el
primer sacerdote en años que está destinado en Curahuara de Carangas, la
parroquia de la que dependen las capillas de la zona. Este pueblo es la
capital de la provincia Sajama, cerca de la frontera con Chile,
y su iglesia es considerada la Capilla Sixtina de los Andes. El cura
llegó en 2007 y, desde entonces, ha estado muy atareado, pues no sólo se
ha encargado de oficiar misas, sino también de reparar el edificio en
el que “trabaja”, erigido en el siglo XVI.
Al
año de su llegada, había aumentado el número de vecinos que iba a las
misas pero, además, había obtenido financiación de la Embajada de
Alemania para comenzar los procesos de restauración y conservación del
templo de Curahuara, el que está dedicado al Tata Santiago.
En
la zona existen, al menos, unas 200 capillas, según el presidente del
Colegio de Arquitectos de Bolivia (CAB) y gerente del proyecto, Gonzalo
García.
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Las
capillas fueron edificadas entre el siglo XVII y principios del XVIII.
Originalmente se levantaron con piedra, cal y tejado de paja. A su
alrededor, se construyeron muros perimetrales con una diminuta capilla
en cada una de las esquinas. Algunas de estas ermitas tenían una sola
torre; otras, dos. “En las campanas aparecía la fecha en que fue
construida la iglesia, pero han sido robadas”, comenta el arquitecto,
por lo que, generalmente, es difícil saber el año exacto de la
construcción.
La ausencia de un sacerdote
durante los últimos tiempos dejó en desuso muchas de esas pequeñas
iglesias altiplánicas, que llegaron a deteriorarse.
Es
el caso de la capilla de Santa Bárbara, situada en una loma al frente
del templo principal de Curahuara. Hasta hace poco, una iglesia podía
verse desde la otra; ahora, un edificio de ladrillos más alto que las
casas cercanas impide la visibilidad.
Los
vecinos usaban el sitio como letrina. Eso ya es cosa del pasado
reciente. En 2011, después de la restauración de la parroquia de
Curahuara, el padre Gabriel buscó financiación para recuperar seis
capillas del área rural: Huchusuma, Lerco, Sajama, Lagunas, Tomarapi y
Rosapata. El Fondo del Embajador para la Preservación Cultural del
Departamento de Estado de Estados Unidos respondió a la petición. Este
año, la Embajada ha aportado otros $us 41.720 y, con el trabajo del CAB y
de los lugareños, se ha preservado lo que aún se mantenía en pie y
restaurado lo que faltaba de otras cinco capillas del municipio: Santa
Bárbara, Quillviri, Kellcata, Ojsani y Cotasaya.
El
sacerdote dice que su iniciativa es por “el cariño a la parroquia”. Esa
dedicación dio sus frutos el 6 de diciembre, cuando se hizo la entrega
oficial de los templos restaurados.
Día de fiesta e invitados
Al
evento asistieron el ministro Consejero de la Embajada de Estados
Unidos, Mitch Ferguson; el obispo de Oruro, monseñor Cristóbal Bialasik,
para bendecir cada una de las capillas; el gobernador de Oruro, Santos
Tito; el embajador de Alemania, Philipp Schauer; la máxima autoridad del
cuartel de Curahuara, el coronel Miguel Vera (el ejército ayudó a
transportar los materiales), y autoridades locales.
Hace
menos de dos meses que comenzaron los trabajos en las iglesias y los
interiores, exteriores y tejados de las cinco capillas, y se instaló la
iluminación. Ahora, están abiertas a los fieles y a los visitantes.
En
Santa Bárbara, la imagen de la deidad, de pequeño tamaño, es la
original. Tras quitarle los rastros del paso del tiempo, la han vestido
con un vestido azul marino de terciopelo y bordados en hilo dorado, con
corpiño plateado y velo blanco. Sólo falta la torre que representa a
esta santa pues, según la tradición católica, fue donde su padre la tuvo
encerrada. Salvo por la santa, colocada en el altar blanco, cuyo color
combina con las paredes, no hay nada más ahí adentro.
Las
paredes han sido reparadas con las piedras originales y con cal nueva
traída de Oruro. Al apoyarse en ellas, uno se lleva consigo un pequeño
recuerdo de la capilla en forma de mancha blanca sobre la ropa.
El
piso es de ladrillo y la fachada está custodiada por dos torres. Frente
a la puerta emerge un calvario blanco. Antes de que se construyeran los
calvarios en pequeños montes, los feligreses daban 14 vueltas a estos
pequeños monumentos, de rodillas, por cada uno de los episodios de la
pasión de Cristo, dice la arquitecta Josefina Matas, del Centro
Internacional para la Conservación del Patrimonio (Cicop) en Bolivia.
Tras
el muro, en cada una de las cuatro esquinas, hay una capilla posa. En
ellas se coloca la imagen que se saca en procesión, y se le reza. Se
recorren las cuatro en el sentido contrario a las agujas del reloj. En
los tiempos de la Colonia se usaban también para evangelizar a la
población por grupos (niñas, niños, mujeres y hombres, cada uno en una
capilla).
Para el tejado, se ha reutilizado
calaminas que había en la iglesia, cubriéndolas con paja. Ésta se ha
colocado siguiendo el sistema “quirqui”, que emplea un 33% más de paja y
un tipo de trenzado que deja las raíces afuera, y que alarga la vida de
la techumbre de 12 a 20 años, según el arquitecto García.
A
seis kilómetros del núcleo urbano de Curahuara está Quillviri. Para
llegar hay que transitar por un camino de tierra y atravesar un
riachuelo (que crece en la época de lluvias), sobre el que no hay
puente. Por el camino se ven llamas, vicuñas y alpacas alimentándose de
la hierba que crece junto a limpios riachuelos. No por nada este
municipio es la capital sudamericana de la crianza de camélidos.
A
lo lejos destaca, sobre el fondo pardo de la Ciudad de Piedra, la
capilla de Quillviri, dedicada al Señor de la Paciencia. Aunque parece
que a los comunarios ya no les queda mucha: durante la entrega de la
ermita restaurada, no pierden la ocasión de pedir reiteradamente, tanto
al representante estadounidense como al gobernador de Oruro, que hagan
llegar la luz eléctrica y el agua potable. El líquido necesario para la
restauración fue traído en recipientes desde el arroyo, a bastantes
metros de distancia.
Aquí, los muros están
recubiertos de estuco y pintura látex porque, como es tradición en
algunos pueblos, los pasantes de las fiestas han tratado de preservar la
iglesia por sus propios medios, aunque sin respetar los materiales de
construcción originales, explica la historiadora Medinacelli. El suelo
es de ladrillo y tiene dos torres, como en Santa Bárbara.
El cura solía acudir a dar misa en octubre, años atrás, explica Francisco Téllez, un comunario mayor que toca la tarka.
No
muy lejos está la escuela, que ya no tiene alumnos. Los habitantes
quieren convertirla en un centro de recepción de turistas, pues están
emocionados al pensar que puedan llegar viajeros a conocer su tierra y
generarles ganancias. Pero, por el momento, no hay servicios básicos, ni
tiendas ni hospedajes, y el camino para llegar, como los que van a los
otros pueblos, es incómodo, irregular y lleno de profundos baches.
Para
ir a la siguiente capilla hay que regresar a Curahuara, y de ahí tomar
la carretera en dirección a Chile, para luego desviarse por una vía de
tierra. Son 17 kilómetros en total hasta Kellcata.
Esta
ermita es más pequeña que las anteriores y tiene una sola torre, pegada
al muro izquierdo. Consagrada a la Virgen de la Candelaria, se
construyó en el siglo XVII. Como las otras, tiene el interior blanco por
la cal de las paredes.
Cinco personas
trabajaron durante 25 intensos días para dejar la pequeña iglesia tal
como está hoy. El jefe de la reparación es Ascensio Mamani Paxi. Cuenta
que lo más duro fue hacer el tejado, porque las pajas pinchan las manos.
Para amarrarlas, se usa cuerdas mojadas de cuero de camélido. En ese
estado son más fáciles de manejar y, además, una vez secas, se contraen,
apretando más todavía la techumbre.
La próxima
parada es Ojsani, a 42 km de Kellcata, cerca del nevado Sajama. Tal vez
por ello su Virgen es la de las Nieves. Está frente al pequeño
cementerio de la comunidad, al otro lado de la carretera. Al frente, se
ven los vestigios del antiguo camino a Tambo Quemado.
Esta
capilla del siglo XVII tiene el campanario separado del edificio, a la
izquierda. El interior es más barroco que el de las otras: las paredes
de la nave están empapeladas en rojo con estampado de flores doradas y
grises, que sólo dejan un espacio blanco entre el papel y el techo, y
otro en la parte baja del muro. El arco y el techo del altar, así como
las hornacinas de las imágenes divinas, están profusamente pintadas. La
puerta es la original, sólo hubo que añadirle un pequeño trozo de
madera.
A 21 km de distancia está Cotasaya, con
la torre como la de Ojsani, pero con el Sajama como telón de fondo. El
altar es azul con arcos color salmón y con urnas decoradas. La puerta es
de metal, colocada por un antiguo pasante de la fiesta. Los vecinos le
tienen cariño y han preferido mantenerla, aunque esté fuera de contexto.
Aquí,
además de la llama, como en toda la zona, se come también trucha de
carne color blanco, que los lugareños pescan en un río cercano.// La Razón
|
miércoles, 17 de septiembre de 2014
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